viernes, octubre 28, 2011

Seis veces nada.


Es el hexágono dicen,

de –una- cabeza desdoblada,

-dos- de un caos incorpóreo

que –tres- veces yace incompleto

en –cuatro- paredes de

la habitación dejada.

A las –cinco- espera

que las –seis- respuestas

no tengan salidas

sino son supervivencia

en alguna esquina.

Es el queroseno mental,

mi leche materna.

Ansío la cadera estrecha

negociándola por la

sangre de una amapola

que cae hacia abajo

y empapa el individuo.

Con impaciencia deseo,

el llanto acompañado,

el que va venoso.

Puede ser con lo etílico,

o unos dedos amarillentos.

Cada una de ellas,

siempre es -menos.

Solo me sigue quedando,

algo que ni ocupa un espacio.

Se compara con el regalo

de alguna estrella,

una que ya está muerta

u otra que tiene vergüenza

de llegar a ser –seis- veces nada.

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