jueves, mayo 12, 2011

Cómo sabes huir


Él me dijo adiós.
Con un cigarro en la boca y gesto vencido.
Con las piernas cerradas y el cuerpo en rodajas.
Comentaba: Lo eres todo y nadie para mí.
Yo me fui, desvistiéndome por el camino,
desvaneciendo el tiempo y haciéndolo hiel,
dejando un surco de sangre y aliento morado.
Miré al cielo.
Supuraba lamento por cada nube de gas existente.
Me bañé en él,
saciando lo que mis carcajadas no me daban,
riendo con la risa partida y la nariz manchada de cal.
Acosté mi cuerpo en el barro,
usurpando el lugar de algún cadáver.
Observando como marchaba,
arrojando cenizas a mis hombros,
escuchando chirriar metales del alma en un bar.
Un espejo troceado, me valía de arma para hablar.
Mírame. Mi pierna es tuya. Tómala. Tira de ella.
¿Qué no vale?
Se dio la vuelta, sin alba en la mirada,
con las cuencas vacías de ramas y los pies hambrientos.
Yo aposté la otra pierna que me quedaba,
deseando no haber negociado si podía llegar a ser cuerda
y besar las piedras creyendo ser la mar.

- 2009. Madrid.