martes, abril 05, 2011

Que te vaya bien, Miss Carrusel


En la tarde de domingo, mi lengua era cemento picoteado por algún pájaro hambriento; mientras, mi cuerpo y mi mente de kg de recuerdos eran metamorfoseados a modo de banca rota. Sólo hacía pedir como un quemado la fase REM de la solución para una tarde podrida, con sabor a nata pasada y olor a la muchedumbre de un rastrillo.
Me sentía lo más sola que por regla general se pueda sentir alguien en un domingo. Gustoso de estar solo, acompañado y soportando las soledades, las caras taciturnas y adornadas de palidez adormecida, despellejada de otros. Los labios apretados, lo oídos en alerta; esperando escuchar ese "boom" de mi intestino delgado y mis ojos, derramados por un colchón prostituido. Deseando acabar como Van Zandt en la boca del metro con un arsenal de injurias a las parejas espectáculo de diciembre y un trozo menos de cerebro. Las piernas de alguna chiquilla se encuentran abiertas de par en par, con muelles que chirrían como viejas hamacas de un polvoriento rancho.
Con coños que yacen después de la cura y manos que rodean algún cadáver sin gusanos.
- ¡Qué paladar!
Esta casa huele a humedad y a vergüenza sin culpa. Hombres entran, salen. Poseer la puta por compañera es, en alianza, lo que me hace dejar trazos de crema de café por un salón improvisado. Ese trozo menos de cerebro; hoy me lo desayuné.
Un agujero más. Las palabras me lo producen (las que tantas veces escuché/aré)
Tengo barniz en los pies. Tropezarme con una madera húmeda, gimotear como una adolescente, reírme, deleitarme con los muslos sellados; ¿importa?
Yo vi ese trozo de árbol prensado. Sí, unas cuantas veces (y me quedo ciega. Luego no lo recuerdo)
Sólo me queda decirte: Goza por mí, toca unos acordes y "bésame una mierda".

2 comentarios:

  1. Los domingos son peligrosísimos. Y si son de resaca ya ni te cuento.

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  2. Opresión, eso me producen las pesarosas palabras en este relato. Sin lugar a dudas, una condena de cementos y esquinas puede ser tan triste como el hecho de sentarse frente a un estrepitoso mar de angustias y lapidar retales de maltrechos recuerdos.

    Supongo que todos nos hemos sentido en alguna ocasión entregados a las manos de un momento incierto que nos despierte de este futuro, en un sentido o en todos los que alberga la expresión; efectuando acciones vacuas y empleando talles diferentes de aquello que habita por nuestras carnes desiertas de fronteras insuperables. Siempre hay un miedo, que nos hace retozar sobre las actuaciones asesinas de nuestra sucesiva derrota, por este presente y, ante todo, por un incesante y flagrante mañana…

    Quizás todo sea demasiado complejo como para que una tarde de domingo nos recuerde que somos una minúscula parte de eso que llamamos domingo, pero también, quizás, sea demasiado para acabar sólo en otro marchito lunes.

    Sin lugar a dudas, tiene tu sello. Siempre es agradable poder leer, en tus palabras, una tarde de domingo más…

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