sábado, febrero 05, 2011

Gris.


Gris. Gris todo el tiempo.
Es el color que hay debajo de mi piel, de las cosas que observo;
De esta noche, del dolor de la masa… Gris;
De las entrañas frías. Congelan todo mi cuerpo y apenas puedo soltar una voluta de humo por la boca -sería gris-.
¿Alguna vez existió en estas manos el color del verano? ¿Algo que no fuese expulsado?
Percibo como todo decrece y en cuerpos ajenos se expande.
El olor a asfalto. Miles de pies y la lluvia chocando en un paraguas lisiado.
El mundo cambia en un estado continuo de hipótesis.
Nunca verdad. Nunca un hecho. Todo lo que nace, se pudre como el primer día.
Cojo la cafetera que ha empezado a pitar. No tardará en cambiar su estado caliente.
Siento la garganta espesa. Si hablase ahora, mi voz sería metálica, amarga…
Parece que haya un latón lleno de guijarros.
Pienso en la palabra libertad mientras intento dejar un poco de espacio en la taza para algo de leche.
Li-ber-tad.
No es algo imaginario. Se podría sentir en el gusto y en las fosas nasales. Eso dicen.
No, no lo es…
y yo, pasados los años sigo sin comprender como no comprendo ni mi sombra, ni el trémulo de mi corteza sedienta.
No seré libre. La libertad está escrita, impuesta, resuelta.
Es gris.
Todo tiene su títere y la cabeza debajo de la cama.
No podría salir de mi cuerpo, no puedo sentir la libertad por elección. Es escoger entre una cosa u otra y con
“fortuna”… Varias.
Tantas elecciones predeterminadas… ¿Dónde se basa? ¿En el poder de decidir?.
(Ahora viene la hipótesis, la guinda para mi café a falta de galletas); Y si yo no quiero esto ni aquello. No pretendo recordar ni aspiro dejar de recordar. Ni vosotros. Ni huir, ni quedarme. Ni saber de*, ni estar sin mí. No deseo pederme completamente, estar fuera de mis facultades esenciales y no, tampoco es mi elección. Ni falsa fe, confianza, esperanza (perpetuo desorden). Ni acabar gris del todo. Del color de la nada, de mi pecho, mi nacimiento, mi edén y mi demencia; Gris.
He encontrado lo más cercano a estar en paz antes del mortis en la miseria de saber que es lo único que sé.
La libertad se basa pues, en el poder de elección entre una cosa u otra. Entre cosas predeterminadas. Entre cosas que no tienen más base. No tienen… nada.
Me siento gris por no llegar a ser negro. Gris porque no puedo decir un “basta” sin pretender ser más de lo que puedo parecer a esa gente que viene después.
Ellos dirían: ‘Esa chica ya lo tenía todo perdido’ y alguien escribiría un poema insulso donde se mencionaría el escepticismo y la frustración 10 veces por lo menos.
(Qué menos).
Gris es la tinta que abro de piernas en los folios;
Me siento gris en las notas rotas de una guitarra sin cuerdas.
Mis pulmones no saben lo que hacen. (Por eso son grises).

3 comentarios:

  1. El hecho de que poseas total libertad me convierte en un esclavo…

    La utópica realidad de la vehemente libertad ha sido un gran quebradero de cabeza desde el principio de los tiempos, por lo menos desde esos tiempos en los que comencemos a tener conciencia de ser. El problema radica, fundamentalmente, en que el ser humano no será libre nunca, no puede. Sobre nosotros cae constantemente esa gran espada de Damocles, en este caso, forjada por los recodos del pasado. Los recuerdos se aferran a nuestras carnes, son los que, de cierta manera, las conforman, le dan una textura y un color definitorio. En el supuesto de que poseyéramos la libertad más pura y febril, seríamos presos de todo aquel camino recorrido en ese sin sentido de vida, libre, pero sin sentido.

    Una vez más, te volviste a superar. Muchas gracias por deleitarnos con estas palabras tan terroríficamente dulces y “grises”.

    Saludos.

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  2. Siempre es un placer leer tus comentarios, tus puntos de vista, críticas, etc... y más viniendo de ti. Un beso, Galie.

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